14 de diciembre de 2012

Cambalache


“…igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches
 se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache, 
ves llorar la biblia junto a un calefón”. 
Enrique Santos Discépolo, 1935.


Hasta finales del XIX se usaba tener bajo la cama orinales o “pelelas” pues la mayoría de las personas no tenían baño, a lo sumo tenían una letrina en el fondo de la casa. Los contenidos del orinal, aunque suene extraño, eran arrojados por la ventana al grito de "agua va".
Recién a principios del siglo XX, las familias acomodadas comenzaron a instalar baños. Al generalizarse esta costumbre se fueron construyendo en todas la viviendas, aún en las más modestas, donde en un único ambiente había un inodoro, una pileta y a veces hasta una ducha. Claro que para calentar el agua hacía falta un calefón.
Cuando apareció el papel higiénico era bastante caro y no estaba al alcance de todos, por lo que muchos se veían obligados a utilizar cualquier otro papel. Uno muy apreciado era el llamado papel biblia, por ser especialmente delgado y suave. Así es que muchos de los habitantes de Buenos Aires retiraban biblias gratuitas para utilizar su papel con fines prosaicos.
Cuentan los hombres dignos de fe que a esas biblias se les perforaba la tapa y las colgaban cerca del inodoro en un gancho llamado "sable sin remache" e iban arrancando las hojas. Dado que las habitaciones eran muy pequeñas, el calefón estaba al lado del inodoro. Por eso es que la biblia “lloraba” junto al calefón.


Gracias a Rita F. que me hizo conocer la historia.