5 de noviembre de 2012

El Atril


Siempre le había llamado la atención ese libro tan mágico y misterioso, hasta que finalmente se decidió a leerlo. Lo tomó en sus manos y al cabo de un rato se dio cuenta de que le costaba sostenerlo. Era pesado, sin embargo, ella estaba decidida a leerlo y lo haría a toda costa.
Entonces se propuso conseguir un atril que le facilite la lectura. Y buscó en librerías, en casas de música, hasta que finalmente dio con un viejo librero que le ofreció un hermoso atril de hierro, muy antiguo y ella se deslumbró: era realmente una reliquia. Lo pagó y se lo llevó muy emocionada.
Ahora podría leer su libro más aliviada en compañía de este nuevo amigo silencioso, el atril. Y así fue transitando hoja por hoja este libro que tanto había deseado y, gracias a la compañía del atril, logró aliviar el peso y finalmente transformó la lectura en un máximo placer.
 
Gracias a Diana y a Lucía que me ayudaron el día de la presentación de mi libro y, como el atril, me brindaron tanto alivio. Las quiero mucho.