24 de febrero de 2012

Unidos en la música


A la memoria del Flaco Spinetta.


Apoyé mis ojos en el papel y comencé a escuchar una melodía muy tierna, algo así como una canción de cuna. Comenzaba el Shabat, el rabino encendió una vela e inició su plegaria. Pared de por medio, el músico tomó su guitarra y se puso a combinar acordes. De pronto me sentí envuelta en una ensoñación. El rabino rockero y el cantor religioso, cada uno a su manera, celebraban la vida. Y los dos lo hacían cantando. Y esta canción, esta melodía, que me acunaba era para un niño a punto de dormirse, ¿o quizás de despertar? 
El día terminaba, y también empezaba. Un límite sutil. La frontera entre ya y todavía. Entre el sueño y la vigilia, la tarea y el descanso.
El rabino y el rockero encontrados en la música. Reunidos, cantando, uno a un niño dormido y el otro, a un día nuevo que despierta, como un amado que va a al encuentro de su novia, tal vez, una muchacha con ojos de papel.

Hace unos días, sentada frente a la laguna de Chascomús, leí un precioso artículo del Rabino Daniel Goldman, a quien conozco y aprecio. Este cuento surgió de esa lectura.