27 de abril de 2011

Las llaves de San Pedro

—A mi taxi lo lavo yo —le dije.             
Mi vecino revolvía la bolsa con las facturas recién compradas.
—Che, ¡qué buenas están las medialunas!
—Te estoy hablando del auto, ¿oiste? Que lo lavo yo. No dejo que nadie lo toque.
—Tomá, agarrate una. Están buenísimas.
—¡Y dale con las medialunas! En fin, ayer aproveché el feriado para bañar a mi bebé. ¡´taba de lindo!
—Ya voy por la tercera…
—Primero le di por afuera, le froté hasta el último centímetro, hasta perfumito le puse.
—¿Y…?
—Me fumé un pucho mientras lo miraba. ¡Estaba impecable! Después lo de adentro: asientos, vidrios, alfombras, el espejito… ¡todo! Y mientras frotaba la manija escuché un ruido metálico. Sin pensar, me asomé para ver qué pasaba. Era un bruto manojo de llaves que me había abollado el techo, en eso, se me apareció, medio borrosa, la imagen de San Pedro diciéndome:  “Estas son las llaves de mi Reino,  podés entrar cuando quieras…”. Lo miré y, como titubeando, le dije: “No, no, te agradezco, por ahora, me quiero quedar acá”. Cuando abrí  los ojos me vi dentro del taxi: me había tirado cinco minutos y me quedé dormido. ¡Qué alivio!
—Sí, la verdad. Si no estabas en el horno. ¿Y entonces…?
—Nada, seguí laburando. Lo de siempre: pasajeros que suben y bajan, ensucian, la lucha con el vuelto que nunca te dan. En fin, todo el día juntado miguitas que no te alcanzan ni para las facturas…
—…pero para las facturas de la luz y el gas, no para medialunas como estas.
—La cuestión es que después de semejante día llegué a casa y solo quería descansar. Me metí en la cama y me apoliyé, ¡estaba  muerto! En eso, sonó el teléfono, era una grabación: ¡¡Felicidades!!. ha ganado un fin de semana para dos personas en San Pedro, en un hotel de lujo, comuníquese al teléfono…
—Era otro sueño, no me digás…
—No, era verdad.  Ya era hora de que me gane un premio, lo que sí ¿para dos personas? De la flaca estoy separado, hijos no tengo, mis amigos en pareja... Al final, llamé. Total con probar no perdía nada. Resulta que dos días después estaba en la terminal esperando el micro. Subí, miré al chofer con desconfianza, caminé hasta el asiento que me tocaba. El tapizado, efectivamente, estaba manchado. Por eso a mi auto lo lavo yo.


A la ciudad de San Pedro (y a su gente)
donde disfruté unos lindos días este verano.