11 de noviembre de 2010

La cuerda

En su último ensayo antes del debut, Lito practica con su guitarra. La música fluye armoniosa, envolvente. De pronto, una de las cuerdas se rompe.
Sonamos, piensa Lito. ¿Y ahora qué hago?
Comienza a buscar por todos lados, en la funda de la guitarra, en los bolsillos, en los cajones: da vuelta su casa, y nada. Nada por aquí, nada por allá, piensa. Es como un truco de magia… negra.
En eso suena el teléfono. Lito atiende y cuenta desesperado lo que le pasó.
La cuerda se volvió loca y sonó. Sí, sonó, como lo escuchás. Bueno, mejor dicho dejó de sonar, que eso es lo más grave. Y sí, es hoy la función, dentro de dos horas. ¡Esta cuerda maldita me va a volver loco!... ¡Noooo!, olvídalo. No se puede suspender: están todas las entradas vendidas. No tengo otra, necesito recuperar la cuerda. ¿Ah, sí? ¿Explicame vos quién me banca una cuerda a esta hora de la noche?
El sonido del celular lo interrumpe. Lito atiende y escucha.
“El teatro Cosmos recuerda a los artistas que deberán presentarse treinta minutos antes del horario de su función”.
Recuerda, piensa Lito. Como si me hubiera olvidado…
Luego de un instante, repite en voz alta: recuerda, recuerda… re cuerda. Esto es una señal, ¡acá está la cuerda que necesito!
Toma su guitarra y sale a la calle. Ve que se acerca el colectivo, lo corre, sube y se sienta.
A las pocas cuadras, un vendedor ambulante empieza: “Señoras y señores. Aquí tengo un artículo indispensable, que no puede faltar…”.
Y Lito, preocupado, sin su cuerda, piensa: ¿Y este qué me va a venir a vender?
De pronto el vendedor dice: “Les traigo las mejores cuerdas al módico precio de 18 pesitos cada una. Todo aquel que haya interpretado la oferta, no tiene más que solicitarla”.
Lito salta de alegría. ¡¡La cuerda, la cuerda que me faltaba!!!
La mujer que venía sentada al lado piensa, “este hombre se volvió loco, otra que cuerda, a este le falta un tornillo…”.
Mientras, Lito sigue gritando. La cuerda, la cuerda, encontré la cuerda… Señor, yo necesito la cuerda. Soy músico, tengo una función en una hora y se me acaba de romper una cuerda de la guitarra. Usted me va a salvar. Yo le compro la cuerda y como agradecimiento le dedico una canción. ¿Cuál es su nombre?
“Salvador”, dice el hombre.
Salvador… ¿se da cuenta? El llamado fue una señal. El Cosmos me lo recordó: la cuerda iba a aparecer. Las vibraciones energéticas suenan, al fin, armoniosamente, ¿no ve?
El vendedor lo mira, traga saliva y retrocede un paso.
Lito baja del colectivo y camina hacia el teatro. Desde lejos distingue un cartel, al acercarse lee:
“El Cosmos permanecerá cerrado todos los viernes de noviembre”.
Lito mira hacia ambos lados. Todo está desierto. Entiende que se equivocó de día, piensa en la angustia de no conseguir la cuerda, en todos los inconvenientes y, por un minuto, se permite olvidar las vibraciones, el cosmos, la energía y dice entre dientes...
-¡¡Qué boludo!!….

Para mi sobrina Luli. ¡¡Felices 15!!
Tiaflavita