Ese domingo a la tarde tomaba mate distraído; miraba a
través de la ventana cómo crecían mis plantitas y hacía mentalmente la lista de
las tareas pendientes: trasplantar el malvón, podar la ligustrina, sacar los
yuyos del rosal.
Tomé un papel y con mucho cuidado subí a la araña y la llevé
al jardín. En realidad, ESE era su lugar, lo NATURAL y no lo virtual. Ahí es donde tenés que tender tus redes.
Y así fue que rescaté a la arañita que enfilaba para la
compu y la dejé en el romero.
Para Mariel
G., una amiga a la que también le gustan las palabras.