15 de agosto de 2012

Al que quiera celeste que le cueste

Quien anhela obtener algo muy valioso debe estar dispuesto a afrontar su precio, por alto que este sea. El dicho y su moraleja guardan estrecha relación con un mineral, el lapislázuli, que se extrae de unos pocos lugares de oriente. Con él se fabricaba un bellísimo color azul, muy resistente a la acción del tiempo, que por su procedencia fue llamado azul de ultramar. La gran rareza del lapislázuli y el alto coste de su transporte hicieron que su valor fuera comparable al del oro. Cuando los Papas y los grandes señores del renacimiento encargaban un cuadro se estipulaba por contrato cuánta pintura de oro y cuánto azul de ultramar entrarían en la obra. Al mezclarse con el color blanco, ese precioso color azul, producía el celeste que originó la expresión. 
Existe otra versión vinculada con la acepción religiosa de la palabra "celeste", equivalente a celestial. En este caso, serían los sacrificios realizados en la tierra el precio de la gloria en el cielo. Ambas versiones no se contradicen y ninguna de las dos deja duda alguna de que cueste y celeste, riman con muy justa razón.