Hasta que las velas no ardan
Se
originó en los prostíbulos, en épocas en que no existía la luz
eléctrica y los relojes eran objetos de lujo.
La madama le entregaba al
cliente una o varias velas, según lo pagado.
Cuando se consumían, el
turno había concluido, esto es, había sexo "hasta que las velas no
ardan".